6 may 2008

La campa de los ingleses (Patxi Alonso)

Estos días hemos visto atracado en Getxo al imponente crucero Queen Elisabeth. Cientos de turistas británicos se han paseado por nuestras calles en el puente de mayo. Se les veía a gusto, como en casa. No es de extrañar. Que Bilbao tiene un inequívoco acento inglés es un hecho indiscutible. Así lo atestigua el nombre de nuestro Club y el hecho de que fueran marineros y estudiantes británicos los que nos inyectaran la fiebre del balón. Así como en San Sebastian nunca han disimulado la influencia de sus vecinos franceses, aquí el made in England se estila desde tiempo inmemorial. De hecho, siempre nos hemos vanagloriado de ello. La industria naval, el clima, la pujanza urbanística, la fuerza del tejido social de una urbe en constante evolución vamos que, cambiando la txapela por el bombín, primos-hermanos. Eso sí, donde esté el bacalao al pil pil que se quite el fish and chips. Por desgracia, de un tiempo a esta parte nuestros vecinos del otro lado del mar no se conforman con desembarcar en nuestras costas y disfrutar de las bondades de nuestra gastronomía. Le han echado el ojo a un caladero en el que no sobran las angulas: Lezama.

Así las cosas, nuestra reconocida hospitalidad se dispone a pasar una prueba de fuego. Si quieren venir a ver la Ría y el mar, bien. Y si al ver a las bilbainitas ya no se quieren marchar, perfecto. Nadie nos va a descubrir ni su gracia ni su sal. Pero hasta ahí podemos llegar. Ni Bilbao es Villar del Río ni el Athletic necesita un 'Plan Marshall'. Rafa Benítez y Juande Ramos, engalanados con sus trajes de nuevos ricos de Regent Street, deberían saberlo. Al fin y al cabo, están más cerca de Berlanga que de Hitchcock. El hecho es que la deslumbrante Premier se ha convertido en una especie de NBA que mira al resto del mundo desde una atalaya de altiva superioridad. La próxima final continental les da la razón. En lugar del himno de la Champions debería sonar el God save the queen. Como en los tiempos del Viejo Imperio Británico, los ingleses están dispuestos a llenar su despensa con lo mejor de cada casa. Ya no buscan té de Ceylan o seda de China, sino delanteros de Costa de Marfil o centrocampistas de Lizarra. Pescan en todos los mares, y no atienden a la recomendación de dejar crecer a los 'pezqueñines'. Hace ahora un año, el Liverpool se llevó a una de las perlas de Lezama, el juvenil Mikel San José. 400.000 euros y la promesa de la gloria en Anfield fueron el anzuelo perfecto. El sonido del You'll never walk alone es un canto de sirena que atrapa a los niños futbolistas como si fueran los ratones de Hamelin. De hecho, nosotros lo alimentamos inconscientemente proclamando a los cuatro vientos las bondades de su fútbol.

Y así nos encontramos, en medio de una curiosa paradoja. Cuando el Athletic ficha a un chaval de Irún o de Amurrio es acusado sin recato de prepotente por sus vecinos. Pero si cada quince días aterrizan en Loiu los hijos de la Gran Bretaña, tenemos que ponerles la alfombra. La campa de los ingleses, aquella en la que un día brilló el talento del venerado Pichichi, es hoy el solar sobre el que se edifica la torre de Cesar Pelli. El simbolismo es indiscutible. Sólo espero que el presidente no corra a su encuentro como si fuera un mercader veneciano para exhibir lo mejor de nuestros productos. El precedente de Del Horno debería hacernos recapacitar. A todos. Para recuperar la grandeza, necesitamos proteger la columna vertebral de este joven equipo como lo que es: nuestro pequeño tesoro. Y si quieren verlos en Inglaterra, pues habrá que tomarse en serio lo de la Intertoto. OK?